OCTUBRE
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Divorcio
es una mala palabra
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Lectura
bíblica: Marcos 10:1–10
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Y serán
los dos una sola carne. Así que, ya no son más dos, sino una sola carne. Por
tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Marcos 10:8, 9
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Miguel y Julia se enamoraron cuando todavía estaban en
la escuela secundaria. Se conocieron en un supermercado donde trabajaban.
Empezaron a salir y se enamoraron locamente. Se casaron antes de terminar sus
estudios, y antes de su primer aniversario, Julia tuvo un bebé adorable. Pero
durante su segundo año, Miguel y Julia se “desenamoraron” con la misma rapidez
con que se habían enamorado. Su romance terminó en divorcio.
La mayoría conocemos parejas —entre nuestros
conocidos, vecinos, amigos y aun también padres— que han caído víctimas de la
epidemia de divorcios que cunde en nuestra cultura. Lamentablemente —y por
diversas razones— los divorcios también ocurren entre los creyentes. El
divorcio es un tema que muchos cristianos discuten en la actualidad.
El divorcio también era un tema candente en los
tiempos bíblicos. El Antiguo Testamento menciona que un hombre podía divorciar
a su esposa si descubría “en ella alguna cosa vergonzosa” (énfasis
agregado, Deuteronomio 24:1).
Para cuando vino Jesús, había entre los judíos
conceptos muy diversos y hasta totalmente opuestos sobre el divorcio.
Los fariseos —los rígidos detallistas— afirmaban que
“cosa vergonzosa” quería decir sólo “infidelidad”. Un marido podía divorciar a
su esposa sólo si ella se iba con otro. El otro concepto de “cosa vergonzosa”
era que significa cualquier cosa que no agradaba al esposo. El hombre
podía divorciar a su esposa por cualquier error, ¡como ser haber quemado el pan
tostado en el desayuno o no tenerle toda la ropa remendada!
Cuando los fariseos presionaron a Jesús para que les
dijera lo que pensaba sobre el divorcio, estaban buscando una razón para poder
condenarlo. Pero Jesús no cayó en la trampa, no tomó partido con nadie. En
cambio, les hizo saber que según el concepto que Dios tiene del matrimonio,
divorcio es una mala palabra. Jesús citó las primeras palabras de Dios sobre el
matrimonio: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y
serán una sola carne” (Génesis 2:24). En el propósito original de Dios para el
matrimonio, esposo y esposa estaban unidos en una unidad indisoluble. Y punto.
Divorcio no estaba en el vocabulario de Dios.
El divorcio, aun en el mejor de los casos, es el
último recurso, la opción final después de que todos los intentos por resolver
los conflictos, solucionar la incompatibilidad y curar los resentimientos hayan
fracasado.
Nadie contrae matrimonio planeando divorciarse. Pero
tu mejor alternativa es meterte en la mente ahora mismo que quieres en el
futuro un matrimonio que dure toda la vida.
PARA DIALOGAR: ¿Qué tipos de actitudes y acciones puedes poner en
práctica que te ayuden algún día a ser una buena pareja matrimonial?
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PARA ORAR: Señor, enséñame cómo llevarme bien con los demás y
a ser un amigo fiel. Ayúdame a adquirir las habilidades que necesitaré en el
futuro si me caso.
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PARA HACER: Pídele a uno de tus padres o a un hermano mayor que
te ayude a hacer una lista de habilidades sobre las que trabajarás, que te
ayuden a ser un amigo y una pareja matrimonial fiel en el futuro.
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McDowell, Josh. Johnson, Kevin: Devocionales Para La Familia :
McDowell, Josh. El Paso, Texas, EE. UU. de A. : Editorial Mundo Hispano,
2005, S. 25 de octubre
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