sábado, 25 de octubre de 2014

UNA VISION DE GLORIA

UNA VISION DE GLORIA
Exodo 3:1–10
Realmente nadie puede servir a Dios fielmente sin esta visión.
Es verdad que Moisés aprendió mucho en las escuelas egipcias.
Pero el saber humano no tiene prioridad al saber de Dios.
Pablo rechazaba la eficacia de filosofías humanas. (1 Cor. 2:2-5).
Dios había dicho a Abraham que su simiente sería librada, y Dios siempre cumple sus maravillosas promesas. (Gén. 15:13-14).
I.     FUE UNA VISION DEL SEÑOR MISMO
Hay una experiencia que se llama del fracaso y del desaliento.
La historia de Moisés comenzó con un rotundo fracaso.
Había en su vida dos corrientes, vida de Egipto y su raza.
Primero el mundo con toda su majestad, esplendor y energía.
Segundo la revelación de Dios, mediante sus padres de LEVI.
Su esfuerzo, aparentemente legítimo, fue sofocado. (2:14).
Huyó al desierto, y allí vio la zarza y oyó la voz de Dios.
II.     FUE UNA VISION DE PERMANENCIA
Esa zarza habla de Israel pues es pueblo que “no se consume”.
En su aflicción en Egipto no pudo ser aniquilado. (1:12).
Esa zarza habla de Jesús, ni la cruz pudo consumirlo.
Cada iglesia fiel a su Señor, aunque pequeña, es zarza ardiendo.
Dijo Gamaliel (Hch. 5:38-39); “Si es de Dios, no la podréis destruir.”
Hay fuerzas que quemarán lo carcomido, pero jamás lo de Dios.
Esa zarza nos da una visión de permanencia. (Heb. 13:8).
III.     FUE UNA VISION DE PUREZA
El secreto de la permanencia estriba precisamente en la pureza.
Dios le recuerda que su fracaso fue porque no fue puro. (4:6-7).
Aquella mano leprosa le hablaba de su esfuerzo humano sin Dios.
Todo lo que no es puro está destinado a desaparecer. (Prov. 14:34).
Sabemos que la corrupción siempre traerá muerte. (Hch. 5:9).
IV.     FUE UNA VISION DE PODER
Detrás de la pureza hay un Dios todopoderoso. (6, 11, 14-15).
Abraham era diferente de Isaac e Isaac de Jacob.
Dios era el Dios de cada uno de ellos y también de Moisés.
El Dios de un pueblo que ya no parecía pueblo en Egipto.
Pueblo débil, embrutecido, pero he aquí Dios todopoderoso.
Cada zarza ardiendo contiene la luz de Dios. (Mat. 5:8).
Sólo los que abren los ojos y quitan sus zapatos oyen a Dios.
Campderros, Daniel: Bosquejos Biblicos : Tomo I. El Paso : Casa Bautista de Publicaciones, 2003, S. 23

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